domingo, 29 de marzo de 2009

Ayer oriné junto al alcalde.

Ayer oriné junto al alcalde. Coincidimos en el migitorio de un bar irlandés a mediados del segundo tiempo del juego de méxico. Estuve a una nada de brincarme mi sensatez y orinarle sus tristes zapatos. Pudo haber sido la mejor opinión que alguien le haya dado sobre su presidencia. Pero no lo hice. Me subí el cierre y no lo hice. Carajo.

viernes, 27 de marzo de 2009

La supuesta soberanía del foco rojo

Estoy cansado, harto, encabronado, no encuentro la palabra, ni encuentro lo que pueda estar inmediatamente en mis manos para darle solución al hecho de vivir en una ciudad (país) secuestrado. La soledad que se ve ahora de noche en las calles sólo es comparable a cuando el Santos llegó a estar jugando una final y toda la Laguna estaba enraizada a la televisión. La ciudad se ve desierta, los semáforos inútilmente se siguen pintando de verde y rojo pasadas las once de la noche. De fondo ya es normal estar escuchando balaceras y explociones que cada día son menos remotas; y lo peor, lo que hace más ruido, la gente hablando, pasando el teléfono descompuesto. Si en verdad ocurriera todo lo que las personas con toda certeza le cuentan o le profetizan al conocido, estaríamos de verdad lléndonos al carajo mucho más rápido. Estoy harto de escuchar que "mañana se va a poner feo," que "van a llegar más soldados o más narcos." Estoy cansado de escuchar a los niños del centro de desarrollo social al que voy, que alguien dijo que los narcos agarraban a todos los niños y les cortaban la cabeza. Estoy sinceramente hasta la madre de vivir relativamente encadenado, en parte por preocuparme por quién me interesa y no queriendo pasarle el rumor para que tenga cuidado, y en parte porque por absolutamente todas partes siempre te taladra el mismo tema, que a fin de cuentas termina siendo verdad, a medias, pero verdad, basándonos en que siempre todo chisme tiene su fundamento aunque esé deformado.

Ya me acostumbré a estar tarde el viernes preparando mi clase del sábado en la mañana y tener espectáculo de sonido de rifles y granadas a varias cuadras del otro lado de la ventana, sin escuchar una sola patrulla y enterarme al día siguiente que no se aparecieron sino hasta 3 horas después. Ya me acostumbré a recibir y mandar mensajes que avisan de una balacera acá u otra balacera allá y ten cuidado si pasas por ahí. Ya nos suena a burla la inutiliad de federales y soldados y la increible falta de táctica militar y logística en sus operativos para aparentar. Es común que cualquiera de los dos grupos se "equivoquen" de casa 3 o 4 veces antes de realmente destrozar la puerta de la casa que tenían que catear. Qué necesidad que molestar a más gente, si le quieren avisar a la persona que van para allá, háblenle a su celular o mándenle un e-mail un día antes, que seguro lo tienen en sus contactos frecuentes.

Anoche me regresé a las once pasadas del jueves de fichas porque mi mamá no dejaba de escuchar las armas y estaba preocupadísima porque yo estuviera a unos 7 minutos de la casa, así que su preocupación la hizo considerar que era mejor, como afuera había balacera, que yo cruzara esa distancia en ese momento y me fuera a la casa, en lugar de quedarme dentro de la casa de Don Muska un rato más y no exponerme hasta que estuviera más calmado el asunto. Lo hice de todas formas y me fui temprano del jueves. Mientras solamente estaba yo esperando la luz en un cruce de dos calles muy transitadas, tres camionetas de la policía municipal se pararon en fila en uno de los carriles de al lado. Antes de que cambiara a verde, los tres se echaron de reversa unos 100 metros y se metieron en una de las calles más chicas. Lo ideal sería pensar que algo pasó por aquella zona y las patrullas estaban respondiendo a algún llamado; pero aquí en Torreón ya lo lógico es pensar que el problema podría estar adelante y que los policías simplemente estaban huyendo. No quise seguir por esa calle y mejor me metí a zigzaguear por la colonia hasta llegar a mi casa.

Hace casi dos meses un grupo armado entró al reclusorio de Torreón. Les abrieron la puerta principal, saludaron, tuvieron el tiempo de matar a golpes y quemar en medio del patio principal a tres secuestradores, y además se llevaron a otras 7 personas. Buenas noches, con su permiso. Las fuerzas policiacas llegaron una hora después. Ese día se sabía dentro del penal lo que en la madrugada iba a ocurrir. La gente de las torres de vigilancia lo sabía porque jamás gritaron "alerta" como lo acostumbran a hacer cada media hora para ver si todos los de las torres siguen ahí (o cada cinco minutos en caso de situación de alarma.) Los de las puertas también lo sabían, muchos reos los sabían, tal vez incluso a los que quemaron y los que iban a ser rescatados. Después se corrió el rumor de que este grupo de gente pudo haber sido una brigada blanca (asesinos justicieros contratados por empresarios) y no creo estar mintiendo al decir que de seguro la mayoría que escuchamos este rumor dijimos "ojalá!" Si no, qué terror el hecho de que así funcionen las cárceles. Me falla la calculadora al leer que es muy raro que capturen a alguien en las balaceras (así sean 200 "buenos" contra no más de 10 "malos," como pasó en una en la colonia Durangueña a principios de año), si acaso capturan sólo a dos chavos de 20 años que de seguro iban pasando (balacera del 1ro de enero que duró cerca de 3 horas.) No comprendo de dónde sacaron a 7 personas para rescatar, si uno hace la cuenta mental se le hace extraño que ya hayan agarrado a tantos.
Aquí a los federales no los vemos bien y nuestras razones tenemos. "Equivocan" los cateos y mientras tanto se embolsan lo que pueden en las casas que asaltan. Asesinan e involucran a inocentes (como fue el caso de Mario Alberto Favela Limón, que al ir por el periférico con su cuñado y su sobrino, cambió de ruta por intentar evitar una balacera y los federales comenzaron a dispararle, siendo que era una camioneta modesta y con placas. Mataron a su sobrino que venía en el asiento trasero. Cuando Mario se detuvo y les pidió que por favor pararan, que ellos no tenían nada que ver, los federales al darse cuenta de su error les sembraron cocaína y los arrestaron acusados de sicarios. En las instalaciones de la PFP, los hicieron disparar para tener sus huellas en armas de fuego. Mario duró preso cerca de seis meses hasta que pudo pagar los cerca de 200 mil pesos que le pedían para "limpiarle" el expediente. Hasta la fecha no hay culpables. Tal vez le hubiera ido mejor si hubiera manejado directo a la balacera.) Los federales aterrorizan a la población con sus operativos y sus convoys inútiles de 3 o 4 camionetas con 10 o 15 tipos cada una. Tratan como delincuente al civil que nada debe, poniéndole la boca del arma en el pecho con la misma facilidad con la que el civil entró a su colonia.

Mientras tanto, el inepto del presidente municipal (José Ángel Pérez, el mejor alcalde panista que le pudo haber pasado al PRI en Torreón) hace berrinches con el gobenador (Humberto Moreira) por ver quién estorba más con sus obras públicas y quién saca spots y panorámicos con el niño más tierno. No necesitamos más distribuidores viales (se caigan después o no,) necesitamos sentirnos seguros manejando por nuestras calles aunque tengan baches.

Los ciudadanos ya no esperamos que se vaya el narcotráfico, esperamos que ya por fin un cártel gane la plaza y esto vuelva a estar más tranquilo. Que ya no mueran soldados, ni federales, ni policías municipales, ni civiles. Queremos poder salir a la calle sin pensar en secuestros, ni balaceras, ni sicarios, ni extorciones telefónicas.

Que el gobierno federal deje de argumentar que la culpa es de los drogadictos y de los traficantes de armas gringos. Que no le diga "ya ves, no que no" a la Hillary Clinton cuando acepta una responsabilidad binacional. Y sobre todo, que no se ponga muy digno y argumente que aceptar la intervención de las fuerzas de Estados Unidos sería un riesgo para la soberanía nacional (aparte de que ridiculizarían increiblemente a las tácticas militares de soldados, federales y policías mexicanos). Señor Presidente y su equipo, cuando la tranquilidad de un país no depende de su gobierno ya se ha perdido gran parte de la soberanía. Y su supuesta soberanía, al menos por lo que se vive aquí en Torreón, hace mucho tiempo que se perdió ante el narcotráfico.

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Por favor dejen sus comentarios, quiero saber qué piensan. Aquí les dejo un reportaje muy bueno que salió en la revista PROCESO hace un mes, para que conoscan a grosso modo un panorama de lo que se vive en lo que antes era nuestra ciudad. Saludos.

Coahuila. Laguna de sangre
Revista Proceso: ARTURO RODRíGUEZ GARCíA
22 de febrero

TORREÓN, COAH.- Todos saben quiénes son, pero aquí nadie quiere identificar a los responsables de la ola de violencia que azota a esta región, disputada por los cárteles de Sinaloa, de Juárez y del Golfo, así como por grupos de Los Zetas y de los hermanos Beltrán Leyva.
Ni el general Marco Antonio González Barreda, comandante de la XI Región Militar, se atreve a ponerles nombre: “Se habla de que existen, quizás, dos grupos antagónicos; unos en el lado de Durango y otros en el lado de Coahuila”.
En medio de balaceras y ejecuciones, levantones y secuestros, la Comarca Lagunera vive la peor ola de violencia en su historia: en menos de dos meses de este año, más de 40 personas han perdido la vida en violentos enfrentamientos –hasta siete por día– por el control del narcomenudeo, cifra que iguala a la de todos los ejecutados durante 2007.
La guerra es por el control del mercado local, dicen funcionarios de las procuradurías de Justicia en Coahuila y Durango que piden el anonimato, pues los ejecutados son vendedores de droga. Pero también están muriendo civiles inocentes sin que militares, policías federales o locales hayan detenido a ninguno de los asesinos.
Los ajustes de cuentas entre miembros de los cárteles mantienen postrada a la población, y también a las autoridades que, además de ser objeto de ataques directos en retenes o patrullajes, han sido infiltradas:
Custodios penitenciarios facilitaron el asesinato a golpes de tres reos en el área de indiciados del Centro de Readaptación Social de Torreón, el lunes 9 de febrero. Sus cadáveres fueron quemados con diesel. Estaban acusados del secuestro y homicidio del empresario Rodolfo Javier Alanís Appelbaum, el 9 de noviembre de 2008, a quien asesinaron a tiros y cuyo cuerpo quemaron en un paraje próximo a la autopista Torreón-Saltillo.
Luego de dar muerte a los secuestradores, considerados desertores del grupo de Los Zetas, nueve reos federales que habitaban el Módulo 35, donde se ubican los miembros del cártel del Golfo, se evadieron con la complicidad de sus custodios.
“Empezó la tronadera”
En el populoso barrio Nuevo México se registró un tiroteo, el sábado 7, en el que un vendedor de elotes murió de un balazo en el pecho. A unos pasos quedó tendido el cuerpo de un soldador. Los sicarios eran tres jóvenes, casi adolescentes, que llegaron en un auto negro, se bajaron y abrieron fuego.
Esa es la parte antigua de Torreón. Muy cerca está el mercado Alianza, un laberinto de callejones que ocupa varias manzanas donde se puede comprar de todo, legal o ilegal. Aquí pocos se atreven a hablar de lo ocurrido ese día o cualquier otro. Nadie se siente seguro.
Luego del tiroteo llegaron decenas de federales, soldados y policías locales, pero cuatro horas después, despejada el área, una patrulla fue baleada y cayó herido el policía municipal José González.
“Aquí la autoridad no manda”, dice un vendedor ambulante.
No fue el único policía afectado. El domingo 8, en Juárez, Durango, acribillaron la casa del comandante de la Policía Rural de Lerdo, Lázaro Briones. Cuando iban en su auxilio, un comando interceptó a sus patrulleros e hirió a Pedro Martínez, un policía rural. El mismo día, en el paraje La Lomita, se encontraron los cadáveres de Luis Vázquez López y de María del Rosario Padilla Femat. Ella presentaba 11 tiros, él sólo siete. Nadie vio nada.
El riesgo es latente. “Yo siempre les decía a todos que no se preocuparan, que se estaban matando entre ellos, pero ahora también le puede tocar a uno. Las balaceras ahora sí son una preocupación”, dice un comerciante que presenció un tiroteo el 12 de febrero. Ser vecino del lugar le valió que el Ejército cateara su local.
Ese día, varias volantas criminales recorrieron Gómez Palacio y atacaron de manera simultánea en la colonia Parque Hundido, donde mataron a un ciclista que presuntamente llevaba droga. Luego, en la colonia Otilio Montaño, a unas cuadras de ahí, otro grupo en dos vehículos disparó y arrojó una granada contra dos supuestos puchadores que estaban sentados en la banqueta.
“Empezó la tronadera, y uno de los muchachos arrancó corriendo hecho madre, pero no las pudo. Ahí nomás quedó tirado”, relata un anciano.
A la misma hora se reportaron otros cuatro tiroteos, pero los objetivos lograron escapar. No hubo víctimas.
“Esto es una cacería de puchadores que quieren alinear para un lado o para otro; esto apenas empieza”, dice un comandante de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) de Durango.
Poco después de las dos de la mañana del viernes 13, en el sector del mercado Alianza, unos 10 sujetos armados bajaron de tres autos e irrumpieron en el bar La Favorita. Dispararon de manera indiscriminada. Cinco personas murieron y otras tres quedaron heridas, incluyendo la esposa de uno de los asesinados. Si acaso tres de los ejecutados eran vendedores de droga, los demás eran simples parroquianos.
La violencia siguió ese mismo día, pero ahora en Gómez Palacio. En un tiroteo murió un joven transeúnte de 16 años, abatido junto a un presunto vendedor de droga. Una hora más tarde fue ejecutado Daniel García Chacón, de 35 años, cuando circulaba por la colonia Rubén Jaramillo. Cuatro camionetas de modelo reciente lo interceptaron. Al intentar huir, chocó, y trató de escapar a pie, pero las ráfagas de cuerno de chivo lo alcanzaron. Un ajusticiamiento más sucedió en la privada Mapimí. Allí murió Pedro Ruelas Robles. Tenía unos días de haber llegado a La Laguna.
Ni siquiera los muertos están seguros. Uno de los ejecutados en la Otilio Montaño era velado en su domicilio, todavía con las huellas de los disparos y la quemazón que dejó una granada. Era un velorio de barrio. Las mujeres rezaban el rosario, mientras los hombres conversaban afuera.
“Llegó un grupo de muchachos, todos pelones. Yo creo eran amigos del muerto. Poquito después, llegaron tres camionetas y comenzaron a disparar. Yo me vine corriendo para la casa, pero hubo un tronido muy fuerte, dizque fue una de esas granadas. Dicen que hasta al difunto remataron”, cuenta una mujer. En el lugar, cinco personas murieron y otras tres resultaron heridas, incluida una niña de cuatro años de edad.
Testigos relatan que desde adentro de la casa se respondió el fuego. Cuando llegó el Ejército y las policías, todo era gritos y alaridos, pero mucha gente se fue por miedo a que regresaran los sicarios.
Sin freno
El pasado martes 17, los reportes a los números de emergencia provenían de todas partes. Había tiroteos en Torreón y Gómez Palacio. Los cuerpos de seguridad no se dieron abasto.
En Gómez Palacio, muy cerca del Puente Plateado, una base de operaciones militares fue objeto de un ataque. A los soldados les arrojaron granadas; éstos respondieron también con granadas y bazucas. Ahí, un camión de transporte urbano quedó acribillado. Dos militares cayeron heridos, pero Noé Hernández, una persona que iba pasando rumbo a su casa, murió en la refriega.
En la colonia Las Alamedas fue peor. Los vecinos afirman que los disparos comenzaron en la Ciudad Deportiva del sector, siguió por la privada Rosendo Salazar, continuó por la calle Aquiles Serdán y no se sabe dónde terminaron. Tres jóvenes murieron en el lugar y uno más en el hospital. Tres personas resultaron heridas, dos que viajaban en un autobús urbano y una mujer que cargaba gasolina en las inmediaciones. “El Ejército llegó como 40 minutos después. Ya para qué”, se queja una vecina.
El caos de la jornada fue en aumento. En la colonia Morelos murieron dos personas y tres más fueron heridas por balas perdidas. En la colonia Victoria, a dos mujeres les tocó un rozón de bala. Y en Palmas San Isidro, una más fue herida en el costado derecho.
Llamadas de emergencia denunciaban camionetas con hombres armados por carreteras, brechas y caminos vecinales. El Código Rojo se activó en el fraccionamiento residencial Torreón Jardín, pero no ubicaron a nadie.
Del lado de Gómez Palacio también hubo civiles caídos. En la colonia El Refugio ejecutaron a una persona, pero también alcanzaron a un hombre que jugaba con su hijo frente a su casa. Murió en el Seguro Social. Casi al mismo tiempo, en la colonia El Consuelo, había otro asesinato.
A pesar del saldo de ese martes negro, no hubo detenidos, como en ninguno de los hechos sangrientos de las últimas dos semanas.
En el extremo de la indefensión, la policía municipal de Torreón realizó una protesta la noche del miércoles 18 y la madrugada del 19 de febrero, para exigir condiciones de seguridad. El secretario del ayuntamiento, Gerardo Puentes, convenció a los policías de volver a patrullar.
Ante la zozobra, cámaras y organismos empresariales pidieron la suspensión de garantías y la aplicación de un toque de queda, pero el comandante de la XI Región Militar negó la posibilidad; dijo que eso sucede cuando no hay autoridad y “en La Laguna sí hay”.
Durante la celebración del día del Ejército, el general González Barreda atribuyó la violencia al supuesto hecho de que los cuerpos de seguridad están acorralando a los delincuentes, por lo que éstos quieren atemorizar a la población. Para el mando militar, dijo, “no hay focos rojos”.

jueves, 19 de marzo de 2009

Amélie tocando el acordeón a medio periférico

Hace una semana (menos dos horas masomenos) el carro en el que me pensaba escapar escuchando [Just like] Starting Over de Lennon, quedó hecho acordeón a medio periférico. Para mí ese choque comenzó en 1992 cuando mi papá decidió utilizar para algo mi nombre en hacienda, o quizás una o dos horas antes cuando algo le dió la idea, o tal vez se le ocurrió la noche anterior cuando de seguro le pedí que me hiciera caballito brincándole a la pierna un escalón antes de que terminara de subir la escalera. Nadie tiene idea.


Cuando fuí a Hacienda a darme de alta, resulta que lo que tenía que hacer era reactivar mi cuenta que tenía 17 años inactiva. Tenía que cambiar la dirección y me dieron una cita para el 12 de Marzo a las 12:30pm (lo que renegué con el karma porque faltaba semana y media y yo sin poder cobrar un peso). Ese día, como todos los demás, las decisiones de la demás gente con la que lo compartí, y las mías, me esculpieron un poco más el resto de la vida.


Una camionetita rotulada que repartía calendarios a cierta hora salió del punto A intentando llegar al B. Una señora de copete güero y pelo negro desganado se subió a su Windstar también para ir de un lado a otro a cierta hora. Otro vehículo que nunca vi lo mismo. Y yo, ya expliqué de dónde venía, muy contentito con mi nuevo y flamante RFC con dirección actualizada (para darle viveza al asunto venía escuchando un disco de brasileñas, de la canción no me acuerdo, habrá sido alguna de Calanhotto, Maria Rita o el Caetano).


Si a mí no se me hubiera olvidado el dinero en el carro y estando en hacienda no me hubiera tenido que regresar al estacionamiento por el $1.50 para sacarle una copia a la del IFE, habría pasado antes por el lugar. Si tal vez alguno de los otros conductores hubiera salido un minuto antes o después, si alguno no hubiera tomado el periférico, si no se hubieran parado en un OXXO por cigarros, si no se les hubieran olvidado los lentes oscuros y no se hubieran regresado, si algún cliente ese día no hubiera querido calendarios, qué sé yo. Si los de obras públicas que estaban resanando el camellón hubieran decidido poner más de dos conos y no justo donde empezaban a trabajar sino varios metros antes como debieron. Si hubiera estado alguien con chaleco reflector naranja y bandera blanca anunciando a los carros que en esa zona no deben de ir a 80 km/h porque los dos carriles se van a hacer uno. Si el vehículo desconocido que logró cambiarse de carril y contar todo como un "compadre, qué cree, casi choco" no hubiera frenado de repente. Si los de los calendarios hubieran decidido mejor llevarse los conos en vez de frenarse. Si la señora de la Windstar (a la que después se le cebó el trato medio turbio-sensualón que hizo con el respetable señor federal para que me encasquetara ilógicamente también los gastos de su camioneta) no se hubiera, no sé, tal vez quedado dormida esa mañana. Y que tal si después me encuentro al tipo o la tipa que venían en la camioneta rotulada y resulta que nos reconocemos (porque estuvimos hablando un buen rato fuera de la PFP) y que me recomiendan un trabajoy que de ahí no salgo en un rato o...o...o...


Por eso no me gusta meterme en las filas, aparte del respeto y el orden y todo eso, no me gusta porque me da un terror enorme el saber que acabo de cambiarles completamente el día a los que estén detrás. Si leíste esto te acabo de quita como 5 minutos que hubieras usado para otra cosa tal vez un poco menos inútil. Qué tanto va uno metiéndose en los transcursos de otras personas. ¿Cuánta gente se habrá muerto o accidentado como consecuencia sucesiva de algo que tú hayas hecho? Yo no tengo ni idea. Me estoy poniendo medio paranóico y ya no quiero pensarlo. Pero me quedo con la idea nuevamente de que somos un tejido, somos hilos individuales pero no separados y no hay forma de serlo, siempre terminas metiendo tu color en algún lado y cambiándolo todo. Somos cuentos compartidos, por decirlo a lo Filio.


Pd.
Disculpe usted este refrito más amargado y mucho menos triste de Amélie.

domingo, 8 de marzo de 2009

La sensatez de Venus

Yo podría, así de fácil, sacar mis cerillos del pantalón tabaquiento que usé ayer, pararme afuera de mi casa y quemarle los pelos del brazo al primer señor que pasara. ¿Qué me impide hacerlo ahora mismo, que me daría una terrible pena la tristeza del señor por el olor de sus vellos quemados o que hacerlo podría traerme consecuencias? La persona no camina cuidándose de que no le queme los pelos del brazo algún habitante de las casas frente a las que pasa. Confía, sin razonar que lo está haciendo, en que nadie hará algo tan simple y fácil como eso. No esperamos comportamientos ilógicos porque se supone que confiamos en un orden; un orden social que se basa en la confianza a la sensatez.

Todos somos confiados, y el que diga que es un desconfiado lo dice sin saber de qué está hablando. Siempre estamos confiando en la sensatez de los demás, la damos por hecha basándonos en la lógica y la razón con que nosotros mismos hacemos las cosas.

Es muy fácil. A diario salimos a la calle confiadísimos de esto, cosa que no tenemos por qué dejar de hacer, pero lo voy a poner de esta manera: desde que sales de tu casa y cruzas la calle, o te subes a tu carro o al metro o al camión o al taxi, vas confiado de que los demás serán sensatos y de que harán lo que deben de hacer (o que no harán lo que no deben de hacer, que es lo mismo a fin de cuentas). Si cruzas un semáforo en verde sin hacer alto, confías en que nadie se va a pasar el rojo. Si entras en algún edificio estás confiando en que quienes lo construyeron lo hicieron bien y no se va a desplomar mientras estás dentro. Si tomas o comes algo confías en quien lo preparó o empaquetó. Si estás junto a alguien (en alguna fila eterna o caminando en la banqueta) confías en que por su sensatez, no harán la simple acción de sacar de su bolsa cualquier objeto afilado y encajártelo entre dos costillas, o que no te meterán el pie, o que no te empujarán hacia la calle cuando vaya pasando un camión de coca-cola, etc, etc, etc. Siempre se confía en la sensatez de los demás, desde los comportamientos más simples hasta el hecho de que hagan bien su oficio.

No se puede decir que se es desconfiado. Todos estamos confiando siempre y lo hacemos sin siquiera darnos cuenta. Hay algo que siempre está ahí con nuestra confianza de sombrero sin merecércela y damos por hecho que el decirse desconfiado no incluye tenerle una eterna confianza a esta supuesta característica humana.
Tú crees que yo soy sensato y lo mismo de ti estoy esperando. Por eso nos sorprenden las imprudencias, la delincuencia, los accidentes, los crímenes. ¿Qué es lo que nos hace falta entonces? ¿Dejar de confiar ciegamente en la sensatez o intentar ser más sensatos? ¿Qué nos mantiene queriendo vivir dentro de ese orden? ¿Que si nos salimos tendremos que acatar las consecuencias o que sencillamente somos "buenos" y hacemos por gusto lo que nos toca hacer para que todo funcione como debe de ser? Tenemos una mentalidad de vigilados, siempre hemos vivido en sociedades basadas en la recompensa y el castigo, enfrascados por la religión, la moral y las leyes. Si hacemos el bien es por pensar en el premio, si no hacemos el mal es por pensar en el castigo. Y si sigue habiendo tantas manchas sociales como secuestros, narcotráfico, corrupción, ejecuciones, etc. es porque las consecuencias de participar en estas manchas han ido desapareciendo o son esquivables. Qué pasaría si mañana dijeran los poderes que es legal matar a otras personas, que puedes quitarle la vida a alguien y ya no habrá ningún castigo. No me quiero ni imaginar cuántos de los casi 7 mil millones que somos nos convertiríamos en asesinos.
Por eso siempre vamos en deterioro. Jamás se nos ha dejado demostrar nuestra esencia sin causas ni consecuencias, y con justa razón. Por eso están a miles de años de ser realizables proyectos como el Venus (http://www.thevenusproject.com/), donde no existe más recompensa (ni monetaria, ni religiosa, ni legal, ni física) que la satisfacción de saber que haces lo que te toca y que gracias a eso todo funciona. Y es precisamente gente que confía en la sensatez humana la que puede llegar a regalarnos de esta manera su tiempo y esfuerzo planeando proyectos que aún no son posibles.
¿Estamos mal entonces todos los que a diario vivimos confiando en la sensatez del compañero? ¿Estamos mal por creer que en el fondo la mayoría somos buenos por el sólo gusto de serlo?

viernes, 6 de marzo de 2009

Jueves de fichas en Tlatelolco.

Desde hace varios años he dicho que yo debí haber nacido poco antes del 50. Por mis gustos musicales, por mi terquedad, por el auge literario de latinoamérica en los 60's y 70's, porque no tendría blog y porque hubiera berreado, gritado y sido encarcelado muchísimas más veces de lo que aún no lo he hecho (sido.) Anoche una plática bastante interesante me hizo reafirmarlo.

Todos los jueves en la noche se supone que nos juntamos sin excusa ni pretexto al "jueves de fichas," desde si no mal recuerdo... hace unos 7 años. Hasta hace poco volvimos a jugar dominó (y con el sensacional cadaver vivo de un juego que ahora nos tiene desconcentrados de cualquier otra fuente de educación: el parchís) porque desde hacía varios años los jueves de fichas ya no tenían nada de fichas, eran unas reuniones enormes donde se vaciaban botellas y se ahorcaban cajetillas hasta medio tardesito (o tempranito, dependiendo si lo ves como mamá o como estudiante.) La tradición es que l reunión sea en casa de Don Muska y rara vez nos ha fallado.


De los jueves disfruto tres cosas: primero, que Don Muska sabe de buena música entrañable y le importa un reverendo carajo si a los que están en la reunión les gusta o no Calamaro, Andrés Cavas, la Guzmán o Metallica, él conecta su chismesito al estéreo y si no les gusta sólo no la canten, porque aquí eso se toca. Segundo, ningún jueves es igual a otro; la gente cambia (de nombre, de apodo, de amistades, de color de pelo, de pareja, de mentalidad, de camiseta) las pláticas evolucionan y al final de cuentas nosotros con ellas o ellas con nosotros, tanto así que si antes hablábamos de nuestra teacher winsconsina de 22 años que a todos nos tenía llenándonos las agujetas de baba, ahora hemos llegado a hablar hasta de cómo nos iría en nuestro primer examen de próstata (y de que varios se iban a volver a formar claro, la carrilla Torreonense jamás falta). Y por último, la tercera cosa que jamás olvidaré de los jueves de fichas (y a lo que voy con este post) es a los papás de Don Muska, Felipe y Chelita, que desde hace bastantes jueves ya no nos creen muchachos babosos que se quieren comer el mundo y nos hacen el honor de pasarse toda la noche del jueves con nosotros, incluso si Don Muska vuelve de su trabajo en la dulcería del cine hasta más tarde.

Hablando ayer con Don Felipe, mi mentor en el dominó, salió a tema el 2 de Octubre del 68, creo que estábamos hablando del papel de Benicio del Toro como el Che o de que la carne al albañil no los dejaba ni respirar y Don Muska estaba color mora por lo enchilado. El caso es que Don Felipe comenzó a contarnos cómo lo [vi]vió y por casi una hora estuvimos sumergidos en una crónica apegada a su memoria de todos los sucesos en el DF de Julio al 2 de octubre de 1968. Que todo comenzó por una pelea campal entre dos secundarias o prepas, que lo que pasó en la plaza de las 3 culturas fue el resultado del hartazgo de las dos partes. Discutía Don Felipe que en tan pocos meses no puede subir un lider la enorme escalera de la fidelidad del populismo; y es que a mi forma de verlo fue un movimiento express que hirvió el coraje de chilangos y provincianos en menos de lo que se dice ¡Fuego! Én esos tres meses hubo niños acribillados, soldados molotoveados, funcinarios de hacienda incrustrados en el pavimento frente a Palacio Nacional, marchas mutiadas, sitios, craneos rotos, desaparecidos, paramédicos de la cruz roja y la verde amenazados a punta de balloneta para no intervenir, sindicatos encabronados, un presidente-títere de gira por el mundo, estudiantes arrepentidos de haber ido a la marcha, hermanos mayores buscando a los menores (y viceversa,) padres a sus hijos, hijos a sus padres, campos militares atiborrados de heridos y restos de cadáveres secuestrados; hubo toma de universidades, de preparatorias, pipilas miltarizdos que derribaron con bazucazos la enorme puerta de madera de un convento-base, maestros que duraron una eternidad encarcelados, gente arrepentida de haber alojado urgentemente en su casa a un estudiante que escapaba aquel 2 de octubre. Hubo atletas extrangeros listos para las olimpiadas paseándose por Chapultepec sin que nadie los tocara. Hubo tatuajes de impuestos "provicionales." Hubo tanta matanza indiscriminada que no sé en qué se habrá gastado más dinero, si en las Olimpiadas o en enjuagar las calles de toda la sangre, los huesos triturados por los tanques y los cadáveres que si bien les fué a los familiares, aparecían y aparecían completos. Hubo de todo, de todo lo inimaginable. De todo menos responsables. El jefe supremo del ejército, el niño Gustavito, se andaba paseando y ni peso de conciencia dijo haberse llevado (http://www.youtube.com/watch?v=K9UqJtBAjbs).
Ahora digo que, conociéndome, hubiera andado entre protestas cargando pancartas y enormes muñecos quemables de cartón. Lo digo porque no estuve ahí, porque a veces me inunda el coraje por no haber estado. No lo viví, sobre Tlatelolco me tocó escuchar canciones, leer libros, ver videos en YouTube, sentir el resentimiento, me tocó oler los restos de la humadera y la sangre caliente. Me tocó escuchar el testimonio 40 años y medio después, en un jueves de fichas, entre caguamas de Indio, marlboros rojos y el noticiero de fondo hablando sobre 20 muertos y 7 heridos en una cárcel de Juárez.

martes, 3 de marzo de 2009

Para no pagarles nada

Ayer me fui a dar de alta en hacienda para poder dar recibos de honorarios y recibir mi primer sueldo como egresado.
Cada vez me aprienta más la corbata. Me veo al espejo con el uniforme puesto y es patético. Jamás me hubiera imaginado hace seis años, cuando yo iba a esa misma academia como alumno, que ahora iba a vestirme diario y a hacer lo mismo que el pobre tipo que con un ánimo falso me daba clases de inglés. Es provisional; odiaría convertirme en un personaje Benedettiano que hasta que no le cambia un poco la monotonía diaria no le escriben su novela. En este trabajo se va con máscaras, nadie está siendo realmente quien es; lo que me pone a pensar hasta qué punto es realmente sincero un idioma que no es el tuyo; ¿estás fingiendo todo si no hablas tu lengua materna? ¿es una márcara o una herramienta? Yo hago diferentes chistes, soy más sarcástico, menos paciente, menos libre, menos impulsivo; ni siquiera tengo por qué tener un acento, podría hablar como gringo, como inglés o como texano, si ni siquiera en el español respeto mi propio acento. Salgo pensando casi siempre en eso; con asco cuando escucho a las maestras seguir hablando inglés aún estando ya varios pasos fuera de la escuelita con ventanales. Favor de traer su mascada o corbata y sus máscaras todos los días, it's mandatory. Luego casi me revienta el hígado cuando de vez en cuando no alcanzo la flecha verde del semáforo y le escupo un fuck! al volante; dan ganas de seguir manejando por horas después de quemar la corbata y tirarla por la ventana al puro estilo gringo de la señora rebelde que por fin decide darse la libertad y escapa con sus lentes oscuros y en su enorme convertible rosa por una carretera desolada de Arizona, cantando Born to be wild o algo por el estilo, sólo que yo pondría Just like starting over de Lennon y tendría menos viento en el pelo porque la ventana del conductor de mi carro no baja (lo que me ha quitado la maña de fumar en el carro por no tener que ir haciéndola de hombre estirable para tirar la ceniza por la ventana del copiloto).
Total, eso no podré hacerlo hasta dentro de un rato, primero por que resultó que ya estaba dado de alta en hacienda desde que tenía 6 años, algo con respecto a los negocios familiares, e inactivo desde que tenía unos 8. Tuve qué hacer más de un trámite inecesario por no saber eso y el problema a fin de cuentas (para mí) es que como ya no vivo donde vivía los 6 años tengo que cambiar mi dirección y para eso hay que pedir una cita y hay que esperar a ver qué día te la dan, y hay que esperarse a que llegue el día y mientras tanto pues para qué imprimo recibos de honorarios si van a estar con la dirección antigua, pues para no tener que esperar otra infinidad para poder cobrar ese dinerito y echarlo de una buena vez al cochino para el avión a Brasil, o el camión a Chiapas, o ya comprar los boletos del concierto de Bunbury y el de Xariñana, todo antes de que me encarcelen por no hacer bien la papelería de la declaración de impuestos y no pagarles nada de nada.

lunes, 2 de marzo de 2009

Se mueven los imanes.

Me pasó una de esas cosas por las que a veces uno cree que algo o alguien mueve unos imanes debajo del suelo para controlar los clavos de nuestros zapatos, o que simplemente las coincidencias siempre están a la joda de la coherencia.
Al Carlos en el que se basa el cuento del hormiguero tenía sin verlo unos 8 años, creo. Crecimos juntos escalando árboles, inventando tirafichas, haciendo logias excluyentes y de algún lado habré obtenido la idea de niños que comen hormigas.
Ya tenía varios días con su recuerdo en la cabeza, desde que se me ocurrió el cuento hasta que lo terminé y lo subí al blog, justo antes de irme el viernes a dar mi clase de inglés de la noche. La clase transcurrió normal casi por completo. Los salones de la academia tienen paredes de vidrio o ventanas muy grandes, como quieran verlo. Estaba yo pensando en ya dejar salir a la gente, quitarme la corbata-soga y largarme a tomar varias indio y fumarme varios faros, cuando de la puerta del salón de enfrente sale un Carlos con pantalones guangos y bigote dispuesto a cruzar al recepción y dejar el edificio. Comencé a mover los brazos como niño que nadie lo escoge en unas retas de fut y a Carlos algo le dijo que volteara a ver la hora en el reloj de la pared. Fue a mi salón, hablamos un rato y cambiamos mails y celulares. Que tenía un mes estudiando ahí, que habíamos estado saliendo a la misma hora de la misma escuelita de ocho salones y que jamás nos habíamos topado hasta que me puse a escribirle un cuento, que él iba en nivel uno y yo enseñaba el catorce, que el tomaba varios camiones y yo traía en la bolsa de mis malditos pantalones de vestir las llaves del carro, que yo medía como cuarenta centímetros más que él pero aún no me sale barba con una mínima decencia. Que qué cagado es todo esto de las consecuencias, nos encontramos después de bastante tiempo justo cuando yo comenzé a pensarlo, después de que por casi un mes jamás coincidimos, de seguro por diferencia de segundos; ¿cuántas veces habremos caminado dándonos la espalda, o viendo uno hacia arriba y el otro hacia abajo, en esa escuelita que no mide más que la casa vieja de su abuela donde a pedradas le tumbábamos los estropajos a un árbol medio seco.
Para hacer más de emoción el asunto, durante dos o tres días el disfraz de la gramática de esas lecciones de inglés habían sido los sucesos raros: las coincidencias, los encuentros de la nada, las supersticiones, el que pienses en alguien que tienes añales de no ver y que en cosa de segundos lo veas cruzar la calle y casi lo atropellas. Aún no me puedo creer que Carlitos se cruzara por mis coordenadas así de huevos justo cuando lo estaba invocando. Tal vez sí pasa que se mueven los imanes.