viernes, 27 de marzo de 2009

La supuesta soberanía del foco rojo

Estoy cansado, harto, encabronado, no encuentro la palabra, ni encuentro lo que pueda estar inmediatamente en mis manos para darle solución al hecho de vivir en una ciudad (país) secuestrado. La soledad que se ve ahora de noche en las calles sólo es comparable a cuando el Santos llegó a estar jugando una final y toda la Laguna estaba enraizada a la televisión. La ciudad se ve desierta, los semáforos inútilmente se siguen pintando de verde y rojo pasadas las once de la noche. De fondo ya es normal estar escuchando balaceras y explociones que cada día son menos remotas; y lo peor, lo que hace más ruido, la gente hablando, pasando el teléfono descompuesto. Si en verdad ocurriera todo lo que las personas con toda certeza le cuentan o le profetizan al conocido, estaríamos de verdad lléndonos al carajo mucho más rápido. Estoy harto de escuchar que "mañana se va a poner feo," que "van a llegar más soldados o más narcos." Estoy cansado de escuchar a los niños del centro de desarrollo social al que voy, que alguien dijo que los narcos agarraban a todos los niños y les cortaban la cabeza. Estoy sinceramente hasta la madre de vivir relativamente encadenado, en parte por preocuparme por quién me interesa y no queriendo pasarle el rumor para que tenga cuidado, y en parte porque por absolutamente todas partes siempre te taladra el mismo tema, que a fin de cuentas termina siendo verdad, a medias, pero verdad, basándonos en que siempre todo chisme tiene su fundamento aunque esé deformado.

Ya me acostumbré a estar tarde el viernes preparando mi clase del sábado en la mañana y tener espectáculo de sonido de rifles y granadas a varias cuadras del otro lado de la ventana, sin escuchar una sola patrulla y enterarme al día siguiente que no se aparecieron sino hasta 3 horas después. Ya me acostumbré a recibir y mandar mensajes que avisan de una balacera acá u otra balacera allá y ten cuidado si pasas por ahí. Ya nos suena a burla la inutiliad de federales y soldados y la increible falta de táctica militar y logística en sus operativos para aparentar. Es común que cualquiera de los dos grupos se "equivoquen" de casa 3 o 4 veces antes de realmente destrozar la puerta de la casa que tenían que catear. Qué necesidad que molestar a más gente, si le quieren avisar a la persona que van para allá, háblenle a su celular o mándenle un e-mail un día antes, que seguro lo tienen en sus contactos frecuentes.

Anoche me regresé a las once pasadas del jueves de fichas porque mi mamá no dejaba de escuchar las armas y estaba preocupadísima porque yo estuviera a unos 7 minutos de la casa, así que su preocupación la hizo considerar que era mejor, como afuera había balacera, que yo cruzara esa distancia en ese momento y me fuera a la casa, en lugar de quedarme dentro de la casa de Don Muska un rato más y no exponerme hasta que estuviera más calmado el asunto. Lo hice de todas formas y me fui temprano del jueves. Mientras solamente estaba yo esperando la luz en un cruce de dos calles muy transitadas, tres camionetas de la policía municipal se pararon en fila en uno de los carriles de al lado. Antes de que cambiara a verde, los tres se echaron de reversa unos 100 metros y se metieron en una de las calles más chicas. Lo ideal sería pensar que algo pasó por aquella zona y las patrullas estaban respondiendo a algún llamado; pero aquí en Torreón ya lo lógico es pensar que el problema podría estar adelante y que los policías simplemente estaban huyendo. No quise seguir por esa calle y mejor me metí a zigzaguear por la colonia hasta llegar a mi casa.

Hace casi dos meses un grupo armado entró al reclusorio de Torreón. Les abrieron la puerta principal, saludaron, tuvieron el tiempo de matar a golpes y quemar en medio del patio principal a tres secuestradores, y además se llevaron a otras 7 personas. Buenas noches, con su permiso. Las fuerzas policiacas llegaron una hora después. Ese día se sabía dentro del penal lo que en la madrugada iba a ocurrir. La gente de las torres de vigilancia lo sabía porque jamás gritaron "alerta" como lo acostumbran a hacer cada media hora para ver si todos los de las torres siguen ahí (o cada cinco minutos en caso de situación de alarma.) Los de las puertas también lo sabían, muchos reos los sabían, tal vez incluso a los que quemaron y los que iban a ser rescatados. Después se corrió el rumor de que este grupo de gente pudo haber sido una brigada blanca (asesinos justicieros contratados por empresarios) y no creo estar mintiendo al decir que de seguro la mayoría que escuchamos este rumor dijimos "ojalá!" Si no, qué terror el hecho de que así funcionen las cárceles. Me falla la calculadora al leer que es muy raro que capturen a alguien en las balaceras (así sean 200 "buenos" contra no más de 10 "malos," como pasó en una en la colonia Durangueña a principios de año), si acaso capturan sólo a dos chavos de 20 años que de seguro iban pasando (balacera del 1ro de enero que duró cerca de 3 horas.) No comprendo de dónde sacaron a 7 personas para rescatar, si uno hace la cuenta mental se le hace extraño que ya hayan agarrado a tantos.
Aquí a los federales no los vemos bien y nuestras razones tenemos. "Equivocan" los cateos y mientras tanto se embolsan lo que pueden en las casas que asaltan. Asesinan e involucran a inocentes (como fue el caso de Mario Alberto Favela Limón, que al ir por el periférico con su cuñado y su sobrino, cambió de ruta por intentar evitar una balacera y los federales comenzaron a dispararle, siendo que era una camioneta modesta y con placas. Mataron a su sobrino que venía en el asiento trasero. Cuando Mario se detuvo y les pidió que por favor pararan, que ellos no tenían nada que ver, los federales al darse cuenta de su error les sembraron cocaína y los arrestaron acusados de sicarios. En las instalaciones de la PFP, los hicieron disparar para tener sus huellas en armas de fuego. Mario duró preso cerca de seis meses hasta que pudo pagar los cerca de 200 mil pesos que le pedían para "limpiarle" el expediente. Hasta la fecha no hay culpables. Tal vez le hubiera ido mejor si hubiera manejado directo a la balacera.) Los federales aterrorizan a la población con sus operativos y sus convoys inútiles de 3 o 4 camionetas con 10 o 15 tipos cada una. Tratan como delincuente al civil que nada debe, poniéndole la boca del arma en el pecho con la misma facilidad con la que el civil entró a su colonia.

Mientras tanto, el inepto del presidente municipal (José Ángel Pérez, el mejor alcalde panista que le pudo haber pasado al PRI en Torreón) hace berrinches con el gobenador (Humberto Moreira) por ver quién estorba más con sus obras públicas y quién saca spots y panorámicos con el niño más tierno. No necesitamos más distribuidores viales (se caigan después o no,) necesitamos sentirnos seguros manejando por nuestras calles aunque tengan baches.

Los ciudadanos ya no esperamos que se vaya el narcotráfico, esperamos que ya por fin un cártel gane la plaza y esto vuelva a estar más tranquilo. Que ya no mueran soldados, ni federales, ni policías municipales, ni civiles. Queremos poder salir a la calle sin pensar en secuestros, ni balaceras, ni sicarios, ni extorciones telefónicas.

Que el gobierno federal deje de argumentar que la culpa es de los drogadictos y de los traficantes de armas gringos. Que no le diga "ya ves, no que no" a la Hillary Clinton cuando acepta una responsabilidad binacional. Y sobre todo, que no se ponga muy digno y argumente que aceptar la intervención de las fuerzas de Estados Unidos sería un riesgo para la soberanía nacional (aparte de que ridiculizarían increiblemente a las tácticas militares de soldados, federales y policías mexicanos). Señor Presidente y su equipo, cuando la tranquilidad de un país no depende de su gobierno ya se ha perdido gran parte de la soberanía. Y su supuesta soberanía, al menos por lo que se vive aquí en Torreón, hace mucho tiempo que se perdió ante el narcotráfico.

--------------------------------------------------

Por favor dejen sus comentarios, quiero saber qué piensan. Aquí les dejo un reportaje muy bueno que salió en la revista PROCESO hace un mes, para que conoscan a grosso modo un panorama de lo que se vive en lo que antes era nuestra ciudad. Saludos.

Coahuila. Laguna de sangre
Revista Proceso: ARTURO RODRíGUEZ GARCíA
22 de febrero

TORREÓN, COAH.- Todos saben quiénes son, pero aquí nadie quiere identificar a los responsables de la ola de violencia que azota a esta región, disputada por los cárteles de Sinaloa, de Juárez y del Golfo, así como por grupos de Los Zetas y de los hermanos Beltrán Leyva.
Ni el general Marco Antonio González Barreda, comandante de la XI Región Militar, se atreve a ponerles nombre: “Se habla de que existen, quizás, dos grupos antagónicos; unos en el lado de Durango y otros en el lado de Coahuila”.
En medio de balaceras y ejecuciones, levantones y secuestros, la Comarca Lagunera vive la peor ola de violencia en su historia: en menos de dos meses de este año, más de 40 personas han perdido la vida en violentos enfrentamientos –hasta siete por día– por el control del narcomenudeo, cifra que iguala a la de todos los ejecutados durante 2007.
La guerra es por el control del mercado local, dicen funcionarios de las procuradurías de Justicia en Coahuila y Durango que piden el anonimato, pues los ejecutados son vendedores de droga. Pero también están muriendo civiles inocentes sin que militares, policías federales o locales hayan detenido a ninguno de los asesinos.
Los ajustes de cuentas entre miembros de los cárteles mantienen postrada a la población, y también a las autoridades que, además de ser objeto de ataques directos en retenes o patrullajes, han sido infiltradas:
Custodios penitenciarios facilitaron el asesinato a golpes de tres reos en el área de indiciados del Centro de Readaptación Social de Torreón, el lunes 9 de febrero. Sus cadáveres fueron quemados con diesel. Estaban acusados del secuestro y homicidio del empresario Rodolfo Javier Alanís Appelbaum, el 9 de noviembre de 2008, a quien asesinaron a tiros y cuyo cuerpo quemaron en un paraje próximo a la autopista Torreón-Saltillo.
Luego de dar muerte a los secuestradores, considerados desertores del grupo de Los Zetas, nueve reos federales que habitaban el Módulo 35, donde se ubican los miembros del cártel del Golfo, se evadieron con la complicidad de sus custodios.
“Empezó la tronadera”
En el populoso barrio Nuevo México se registró un tiroteo, el sábado 7, en el que un vendedor de elotes murió de un balazo en el pecho. A unos pasos quedó tendido el cuerpo de un soldador. Los sicarios eran tres jóvenes, casi adolescentes, que llegaron en un auto negro, se bajaron y abrieron fuego.
Esa es la parte antigua de Torreón. Muy cerca está el mercado Alianza, un laberinto de callejones que ocupa varias manzanas donde se puede comprar de todo, legal o ilegal. Aquí pocos se atreven a hablar de lo ocurrido ese día o cualquier otro. Nadie se siente seguro.
Luego del tiroteo llegaron decenas de federales, soldados y policías locales, pero cuatro horas después, despejada el área, una patrulla fue baleada y cayó herido el policía municipal José González.
“Aquí la autoridad no manda”, dice un vendedor ambulante.
No fue el único policía afectado. El domingo 8, en Juárez, Durango, acribillaron la casa del comandante de la Policía Rural de Lerdo, Lázaro Briones. Cuando iban en su auxilio, un comando interceptó a sus patrulleros e hirió a Pedro Martínez, un policía rural. El mismo día, en el paraje La Lomita, se encontraron los cadáveres de Luis Vázquez López y de María del Rosario Padilla Femat. Ella presentaba 11 tiros, él sólo siete. Nadie vio nada.
El riesgo es latente. “Yo siempre les decía a todos que no se preocuparan, que se estaban matando entre ellos, pero ahora también le puede tocar a uno. Las balaceras ahora sí son una preocupación”, dice un comerciante que presenció un tiroteo el 12 de febrero. Ser vecino del lugar le valió que el Ejército cateara su local.
Ese día, varias volantas criminales recorrieron Gómez Palacio y atacaron de manera simultánea en la colonia Parque Hundido, donde mataron a un ciclista que presuntamente llevaba droga. Luego, en la colonia Otilio Montaño, a unas cuadras de ahí, otro grupo en dos vehículos disparó y arrojó una granada contra dos supuestos puchadores que estaban sentados en la banqueta.
“Empezó la tronadera, y uno de los muchachos arrancó corriendo hecho madre, pero no las pudo. Ahí nomás quedó tirado”, relata un anciano.
A la misma hora se reportaron otros cuatro tiroteos, pero los objetivos lograron escapar. No hubo víctimas.
“Esto es una cacería de puchadores que quieren alinear para un lado o para otro; esto apenas empieza”, dice un comandante de la Agencia Estatal de Investigación (AEI) de Durango.
Poco después de las dos de la mañana del viernes 13, en el sector del mercado Alianza, unos 10 sujetos armados bajaron de tres autos e irrumpieron en el bar La Favorita. Dispararon de manera indiscriminada. Cinco personas murieron y otras tres quedaron heridas, incluyendo la esposa de uno de los asesinados. Si acaso tres de los ejecutados eran vendedores de droga, los demás eran simples parroquianos.
La violencia siguió ese mismo día, pero ahora en Gómez Palacio. En un tiroteo murió un joven transeúnte de 16 años, abatido junto a un presunto vendedor de droga. Una hora más tarde fue ejecutado Daniel García Chacón, de 35 años, cuando circulaba por la colonia Rubén Jaramillo. Cuatro camionetas de modelo reciente lo interceptaron. Al intentar huir, chocó, y trató de escapar a pie, pero las ráfagas de cuerno de chivo lo alcanzaron. Un ajusticiamiento más sucedió en la privada Mapimí. Allí murió Pedro Ruelas Robles. Tenía unos días de haber llegado a La Laguna.
Ni siquiera los muertos están seguros. Uno de los ejecutados en la Otilio Montaño era velado en su domicilio, todavía con las huellas de los disparos y la quemazón que dejó una granada. Era un velorio de barrio. Las mujeres rezaban el rosario, mientras los hombres conversaban afuera.
“Llegó un grupo de muchachos, todos pelones. Yo creo eran amigos del muerto. Poquito después, llegaron tres camionetas y comenzaron a disparar. Yo me vine corriendo para la casa, pero hubo un tronido muy fuerte, dizque fue una de esas granadas. Dicen que hasta al difunto remataron”, cuenta una mujer. En el lugar, cinco personas murieron y otras tres resultaron heridas, incluida una niña de cuatro años de edad.
Testigos relatan que desde adentro de la casa se respondió el fuego. Cuando llegó el Ejército y las policías, todo era gritos y alaridos, pero mucha gente se fue por miedo a que regresaran los sicarios.
Sin freno
El pasado martes 17, los reportes a los números de emergencia provenían de todas partes. Había tiroteos en Torreón y Gómez Palacio. Los cuerpos de seguridad no se dieron abasto.
En Gómez Palacio, muy cerca del Puente Plateado, una base de operaciones militares fue objeto de un ataque. A los soldados les arrojaron granadas; éstos respondieron también con granadas y bazucas. Ahí, un camión de transporte urbano quedó acribillado. Dos militares cayeron heridos, pero Noé Hernández, una persona que iba pasando rumbo a su casa, murió en la refriega.
En la colonia Las Alamedas fue peor. Los vecinos afirman que los disparos comenzaron en la Ciudad Deportiva del sector, siguió por la privada Rosendo Salazar, continuó por la calle Aquiles Serdán y no se sabe dónde terminaron. Tres jóvenes murieron en el lugar y uno más en el hospital. Tres personas resultaron heridas, dos que viajaban en un autobús urbano y una mujer que cargaba gasolina en las inmediaciones. “El Ejército llegó como 40 minutos después. Ya para qué”, se queja una vecina.
El caos de la jornada fue en aumento. En la colonia Morelos murieron dos personas y tres más fueron heridas por balas perdidas. En la colonia Victoria, a dos mujeres les tocó un rozón de bala. Y en Palmas San Isidro, una más fue herida en el costado derecho.
Llamadas de emergencia denunciaban camionetas con hombres armados por carreteras, brechas y caminos vecinales. El Código Rojo se activó en el fraccionamiento residencial Torreón Jardín, pero no ubicaron a nadie.
Del lado de Gómez Palacio también hubo civiles caídos. En la colonia El Refugio ejecutaron a una persona, pero también alcanzaron a un hombre que jugaba con su hijo frente a su casa. Murió en el Seguro Social. Casi al mismo tiempo, en la colonia El Consuelo, había otro asesinato.
A pesar del saldo de ese martes negro, no hubo detenidos, como en ninguno de los hechos sangrientos de las últimas dos semanas.
En el extremo de la indefensión, la policía municipal de Torreón realizó una protesta la noche del miércoles 18 y la madrugada del 19 de febrero, para exigir condiciones de seguridad. El secretario del ayuntamiento, Gerardo Puentes, convenció a los policías de volver a patrullar.
Ante la zozobra, cámaras y organismos empresariales pidieron la suspensión de garantías y la aplicación de un toque de queda, pero el comandante de la XI Región Militar negó la posibilidad; dijo que eso sucede cuando no hay autoridad y “en La Laguna sí hay”.
Durante la celebración del día del Ejército, el general González Barreda atribuyó la violencia al supuesto hecho de que los cuerpos de seguridad están acorralando a los delincuentes, por lo que éstos quieren atemorizar a la población. Para el mando militar, dijo, “no hay focos rojos”.

1 comentario:

lo que dicen tus brazos tercos...