Quedaron tan solos al separarse que volvieron a estar juntos. Él no pudo resistir la soledad de sus manos y su incapacidad de cocinar sólo para uno. A ella le dio un terror inconcebible su insomnio ante el olor de un solo sudor en su almohada, (hasta ese momento jamás notó lo desértica que podía ser su cama sin él ocupando el lado más cómodo.) A los pocos días decidieron por su lado que se necesitaban. Volvieron a dormir y a cenar juntos para usarse como escudo contra esa soledad que se los estaba comiendo vivos. Siguieron atados uno al otro y continuaron llamándole “mi amor” a la costumbre.
Contundente y maravilloso a la vez.
ResponderEliminarMe ha encantado (=
Un abrazo para tus brazos tercos.
Genial!
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